LO OMINOSO - FREUD



Según Freud la palabra ominoso pertenece al orden de lo terrorífico, se utiliza para expresar aquello que da angustia y horror. No posee sin embargo una estricta definición, pero su concepto se orienta siempre al mismo ámbito.


Se dice que lo ominoso es una variedad de lo terrorífico que se remonta a lo antiguo, lo familiar. Es decir, que en principio la palabra ya nos plantea una contradicción: ¿cómo puede equipararse lo terrorífico a lo cotidiano?

La respuesta se encuentra analizando la palabra alemana para ominoso: umheimlich. Proveniente de “heimlich”.


“Heimlich” posee un significado ambiguo. Por un lado significa “lo familiar, lo antiguo”, pero por otro lado significa “lo secreto, lo desconocido”. Luego a esta palabra se le agrega el prefijo negativo “um”, transformandola en “umheimlich”, u ominoso.

Desde luego que no todo lo “no familiar”, es decir, lo novedoso, es terrorifico, pero lo desconocido suele volverse angustiante por lo menos, dado que uno no logra orientarse dentro ese territorio, y la imposibilidad de conocer lo que sucede alrededor frecuentemente es causante del temor. Podemos entonces a partir de este análisis precisar la definición de ominoso como aquello que en principio estaría destinado a permanecer en secreto, clandestino; pero que sin embargo salió a la luz.

Para reconocer la función de lo ominoso en la literatura debemos partir de la base de que el mismo funciona a partir de distintos artificios:


El primero de ellos que Freud nota, es la incertidumbre, generada tanto en el lector como en el personaje. Esta función muestra la imposibilidad de desambiguar entre concebir los hechos ominosos como reales (dentro del marco ficcional del relato); o buscar alguna otra explicación alternativa.


Otro tipo de artificio trabajado es el del doble, que se puede manifestar como aquellas posibilidades incumplidas, aquellos deseos y aspiraciones del yo que no pudieron realizarse como consecuencia de situaciones externas desfavorables. Visto de otro modo, cualquier aparición del doble, amenaza con enterrar al yo, el doble significaría entonces la mismísima amenaza de la muerte. Desde un sentido religioso, podríamos añadir que el alma es la primer duplicación y escisión del cuerpo al morir.


Un tercer factor crucial para el efecto ominoso es la repetición, que vuelve aquello inofensivo en fatal, inevitable. Que un evento ominoso se repita anula toda posibilidad de pensar en una casualidad. Esa iteración ya se da desde el lenguaje, a través de la duplicación y repetición de palabras que intensifican el sentido del horror, o desde elementos que se repiten (situaciones, paisajes, clima, personajes).


Como cuarto factor generador de lo ominoso encontramos el retorno de lo reprimido. Esto contribuye a terminar de aclararnos nuestra definición de umheimlich, lo ominoso no es algo simplemente nuevo, sino algo proveniente de nuestra esfera de lo familiar, o de la antigüedad que fue reprimido pero resurge.

Al respecto Freud realiza una distinción entre lo ominoso extraído del campo de la ficción y lo ominoso en la realidad: lo ominoso del vivenciar aparece cuando resurge la creencia de unas convicciones primitivas superadas. Lo ominoso en la ficción es más abarcativo, pero muchas veces no condice con lo que provocaría terror en la realidad, como por ejemplo sucede en los cuentos tradicionales o “de hadas”.

El efecto ominoso en la ficción aparece cuando el autor se sitúa no en un mundo alterno o maravilloso, sino en el terreno de la realidad cotidiana. Esto permite que el lector se involucre a tal punto que comparta el sentimiento de angustia e incertidumbre con el personaje. Lo ominoso en la ficción se vuelve doblemente ominoso porque, sí personaje y lector comparten el mismo mundo, significaría que lo ominoso puede amenazar nuestra propia realidad. Es entrando por esta brecha, y una vez que el lector ya se encuentra sumergido dentro del terreno de lo fantástico, que el autor puede multiplicar entonces el efecto ominoso creando situaciones que experimenten con esas supersticiones que creíamos superadas. De este modo nos involucramos al punto de creer en aquellas supersticiones tales como: existen venganzas divinas o los muertos pueden regresar a la vida y atormentarnos.


A forma de conclusión podemos decir entonces que el elemento ominoso en la ficción presenta una serie de características que permiten delimitarlo, pese a la polisemia que conlleva el propio término.

Podemos inferir que lo ominoso en la literatura se ubica dentro del contexto, a modo de rechazo del racionalismo que impera, de sus verdades absolutas y su grado de cientificidad. Desde ese lugar reprimido surge entonces, y se extiende generando zonas de oscuridad que se ven reflejadas tanto en la superficie textual de los relatos con sus vacilaciones e intensificaciones de la palabra.; como en el contenido de los mismos, con sus espacios lúgubres a menudo relacionados con la naturaleza y la fuerza que la misma implica. En los casos analizados se ve claramente como el mar, antes visto como el vehículo que llevaría al hombre a los descubrimientos, a ampliar su geografía y a demostrar su superioridad racial, aquí aparece como la fuerza amenazante de la naturaleza y de lo desconocido, que rodea al hombre y lo acecha mostrando la fragilidad e inferioridad humana.

Por último quisiera destacar que la incapacidad del hombre en estas historias por tratar de definir “aquello que lo amenaza” y el fracaso de este, es análogo al intento de definir la palabra “ominoso”. Una palabra que podemos rodear, pero nunca definirla de modo concluyente. “La literatura de terror es un discurso sin objeto”, que establece una perífrasis precisamente alrededor de aquello que no puede ser nombrado.


Comentarios

Entradas populares